Hace tiempo que no hago esto. Abrir una página en blanco en Microsoft Word. Dejarme ser en esa página porque simplemente ese es mi objetivo: dejarme ser. Sin fingir seguridad. Sin buscar tener un objetivo al hacerlo. Sin pretender que sea entendido mi mensaje tal como lo entiendo yo. Hace tiempo que no hago esto. Cerrar la alargada “lista de cosas por hacer cuando me sienta lista”.
A veces me encuentro bastante cómoda y pertrechada en mi propia trinchera. Como, por ejemplo, la que me protege de palabras hirientes e intenciones dudosas de otros. Pero igual, te lo juro, logro reconocer cuando la trinchera no me sirve de nada ante la liviandad y suavidad de quienes me acompañan desde sus más sinceras intenciones. Y entonces llego a la verdad: es, definitivamente, una experiencia universal: tratar de desenmarañar incluso las propias intenciones. ¿No crees?
Existe una teoría que habla de cómo hasta el acto más azaroso e inesperado es realmente motivado por una intención. Y, sin embargo, ¿Cuántas veces atribuimos nuestras conductas limitantes al azar y a lo inesperado de lo que somos? O, peor aún, ¿cuántas veces no las atribuimos solamente a las circunstancias que nos rodean?
El 2020 fue silencio y observación.
Que el 2021 sea de palabras y acción.
Con amor a la vida,
YINQ