Esta vez en la mesa de la esquina del café Petisco me recibe la conversación de dos amigas milenarias, universales. Mientras me tomo mi café noto que una le dice a la otra: "... sólo tienes que adaptarte a tu nueva situación". Y lo logro, aunque no sea yo parte de la idea, sólo por un segundo. Segundo que me permite pensar en que no importando la edad uno siempre se está enfrentando a tantas nuevas situaciones. Me pregunto: "¿Y ellas cuántos años tendrán?" Ya al segundo segundo recibo a la nueva situación. Y siento que me entrego. Esta vez, por completo, a esta ciudad que te persigue y se te escabulle y que si no respiras hondo te envuelve en su bella marea de prisa y diferencia. Afuera caen hojas de verano. Para mí, claro, ya es verano. Y acaba de llegar la felicidad vestida de hombre con sombrero de paja clara y una t-shirt gris adornada con la insignia de Mickey Mouse. Toca él, la felicidad, con delicadeza el cristal, desde afuera, saludando a las amigas milenarias, llenas de canas y risa. Ya adentro les suelta una carcajada y les dice con confianza: "I hope I am not interrupting your lunch." Aún cuando sabe bien que está interrumpiendo el almuerzo a niveles desbordados de intención.
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