Hoy, como siempre, me llené de pequeños instantes que no quiero olvidar. Por ejemplo, el que viví cuando me detuve en la intersección entre Essex y Grand, justo al costado del Seward Park. A diferencia de otros días, hoy no tomé el tren. Me desplacé a la ciudad en carro lo cual me llenó de calma en la mañana. Por eso, ya a la altura de la intersección entre estas calles, en lugar de ir viajando por el subsuelo, pude notar a la más bella mariposa vestida de niña y al Sol que aún no decide si vestirse o no en esta ciudad. La niña corría de la mano de su padre mientras cruzaba la intersección, su abrigo adornado de alas; su sonrisa llena de tiempo. Y no pude evitar pensarla como mariposa libre y libre. Sí, libre dos veces, por sus alas y su alma de niña. Sonreí. Ya pasada esa intersección me recibió el cruce entre Essex y Delancey. Y aquí noté cómo una señora, que estimo yo estaría en sus cuarenta y tantos, se detuvo junto al carro que iba justo al frente del mío e intentó abrir la puerta una y otra vez. Un trabajador de construcción le miró en silencio y en lo que duró la luz roja le tocó a la espalda dos veces: "Ma'am, that's not your car. Ma'am, that's not your car." Así fue como la señora se vino a enterar de que, en lugar de abrir la puerta de su Uber, lo que estaba haciendo era invadir la propiedad privada de quién sabe quién. Avergonzada, bajó la cabeza, cruzó la calle hasta que llegó entonces a su Uber. La conductora del Uber estaba riéndose a carcajadas, todos sus músculos distorsionados. Luego de este instante, en dos minutos llegué al estacionamiento. En el primer piso me topé con un BMW viejo que tenía adentro una tabla de surfear. En pleno Manhattan... una tabla de surfear.
[...]
Y ya son más de las nueve de la noche y aquí estoy. Cerrando un poco el día, entendiendo que lo que somos puede variar de intersección a intersección así como esta ciudad. No hay mejor maravilla que ésta.
Con amor,
Y. Nieves
Texto y Fotografías/Edición © 2018
[del archivo]