ii. hasta los rascacielos tienen escaleras de emergencia, aunque no sean visibles

            Todo sucedió rápido.  Aunque fueron en realidad años, un momento súbito de cambio se me enganchó en las orejas y me hizo redirigir mis pasos sin mayores preguntas.  Todo comenzó cuando abordé la reflexión acerca del propósito de la vida en una callada tarde pandémica.  Andaba por alguna callecita de Manhattan, sola y con un frío atroz.  

            Recuerdo claro que, en lugar de caminar en automático perdida en mí misma, comencé a fijarme más en el exterior.  Manhattan era posible; la ciudad que había colocado en mi nevera en forma de postal hacía tantos años, ella era posible.  La miré como si estuviera mirándola por primera vez: desde el suelo hasta al cielo.  

            Los taxis, los autobuses atestados de gente, las calles pobladas de planes y apuro, las puertas de madera de diversos colores, las entradas preciosas adornadas con jarrones llenos de flores, los ladrillos, los ventanales altos y amplios, los signos anunciando espacios con nombres bellos y memorables como Café Marseille Kare Thai.  Entonces llegó como un rayo: la imagen de las escaleras de emergencia, esas que abrazan a todos los edificios de la ciudad.  Fire Escape Ladders, les dicen.  Para ese entonces ya eran tan comunes que había dejado de verlas, pero ese día algo en mí hizo click con respecto a ellas. 

            Mientras escribo esto... llega la memoria absoluta de estar mirando al suelo segundos después de haber pensado por primera vez con tanta curiosidad sobre las escaleras de escape.  Y esto fue lo que llegó, este fue el rayo que me hizo escribirte hoy: ¡las escaleras de escape fueron creadas para llegar al suelo!  Lo sé, no fue un gran descubrimiento.  No descubrí ninguna evidencia en contra de la ley de la gravedad o alguna función matemática para salvar al mundo, pero déjame explicarte por qué me emocionó tanto darme cuenta de algo tan básico.  ¿Me lo permites?

            La cosa misteriosa acerca de Manhattan es que, así como sucede con cualquier ciudad viva del mundo, así mismo como te envuelve con su ola de prisa y terminas sintiéndote que tienes estar a prisa como los demás… así mismo te confronta con el momento de recordarte tu humanidad, tu razón de ser.  Manhattan te pone en escaparate tus prioridades; de pronto se vuelven tan claras y concretas.  Al hacerlo sólo te restan dos opciones: o las miras o las ignoras.  En medio del darme cuenta de las propias, fue chocante reconocer que la solución a la emergencia (a cualquiera), estaba simbólica y concretamente fijada en el acto de llegar al suelo, de tocar tierra, de volver a la versión más básica de la verdad: la que respira, mira, y se maravilla.  De nuevo, suena tan básico. Ahora bien, piénsalo más, te lo ruego: hasta los rascacielos tienen escaleras de emergencia, aunque no sean visibles.

 

Con amor,

Y. Isabel

2022