el resto de la gente dejó de existir




—¿Tienes en dónde apuntar?
—Sí, ¿por qué?
—Quiero que me busques una canción.

{...}

No sé qué será pero tengo mis sospechas. 
Todo empezó en mayo. 
Recibí malas noticias. 

Y, sin embargo, algo de esa mala llamada con esa mala noticia despertó en mí la mirada de lo finito. 

Pero más allá de eso, no lo sé.

La sincronía que siento con mi abuelo se ha afianzado desde ese instante. Y, con ello, mi vida se ha arraigado a la realidad. Pero, no lo sé. Y digo este "no lo sé" con certeza porque a pesar de que nuestras vidas cambian a la par sé que no cambian de la misma forma. Así que, ¿qué habrá sido? ¿por qué de pronto llamarle en la semana se siente como una vuelta a lo que soy? ¿por qué si mi amor por él ha sido siempre un origen de pronto puedo ver su mirada tan diferente?

{...}

Hace unos días entré en su oficina con un grito.
—ABUELO!!!!! BENDICIÓN!!!!
—Mira pa' yá! La gran Yeyé. Pero, tú estás diferente. Pareces una princesa. Como de esas, tu sabes, de las que —se interrumpió para hacer un gesto con su mano simulando una varita mágica— ¡Ay, se me olvidó la palabra!
—Oh, mmm, tu dices, ¿como de un encantamiento?
—Sí!
—Fue que me peinaron, Abuelo. ¿¡Viste, viste!?
—Sí, te quedó bien. Mira te tengo más canciones.

{...}

Entonces el resto de la gente dejó de existir. Su oficina, el lugar en donde ví una maquinilla por primera vez, era lo único que existía en el mundo. 
Su gorra de pelotero con el "San Sebastián" estampado. Su t-shirt blanca de algodón. Su mirada color gris. Y, con todo, aún, no lo sé.

¿Será que con el tiempo al fin reconozco que vive en mí? ¿que llevo a todos lados el verde de sus gavetas llenas de álbumes de fotos y de apuntes de las temporadas de béisbol? ¿Será que el tiempo tiene una definición más concreta desde la primera cita médica a la que lo pude acompañar?

No lo sé y no necesito saber para agarrar de la mano a este sentimiento de amar a la vida a contraluz.

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Con amor a la vida,

Yésica Isabel