Pensé que no escribiría sobre esto pero heme aquí, un domingo, de mañana. Quizá fue el café.
La historia del momento breve comenzó a eso de las nueve de la mañana de nuestro penúltimo día en Medellín. Mis compañeros de viaje habían tenido el valor suficiente como para volar por los aires. Yo, sin embargo, desde que supe de la idea del viaje dije que no, con amor, pero no. Que yo mejor en ese tiempo haría otra cosa. Que yo mejor los vería volando agarrada de alguna oración o de algún ángel.
Llegó pues el día. Y la mañana comenzó más vívida de lo que hubiese esperado. Frances llegó al cuarto con una memoria preciosa para contarnos y un popurrí de cintas de medida de la Virgen del Pilar. Si mal no recuerdo, nos dijo que las cintas estaban bendecidas y que la Virgen del Pilar protegía a los viajeros, y que había cargado con ellas desde Zaragoza.
Mi alma se detuvo por un instante. El gesto de Frances fue bello y venía de un lugar igualmente bello. Menos de treinta minutos después... me despedí de mis compañeros. Fue entonces que se originó mi propia historia dentro de esta historia.
Hacía demasiado tiempo que no me encontraba sola en un país nuevo. A decirlo: me llené de miedo. De pronto ya no era una buena idea ir a un café y luego visitar librerías, mi plan original. Extrañé a mis compañeros.
Con todo, salí flotando hasta dar a la carretera 10-A. Entonces recordé que todos los días en anticipación a este, necesitamos todos de todos para poder cruzar la calle. El lugar donde nos hospedamos estaba bien localizado, a varias cuadras de la famosa calle Provenza, pero en cuestión de cruzar al lado oeste no era sencillo.
Caminé hasta la esquina de la cuadra. Esperé, esperé, esperé. Incluso sintiéndome cuidada no solo por mis intenciones sino también por la medida de la Virgen del Pilar (¡Gracias, Frances!). Fue aquí que pensé la idea que me hace escribirte hoy, a ti, lector. Me dije: "Wow, aunque uno esté preparado, siempre hay que esperar." Lo escribo y me salta un soplo de vida a través de los dedos. "Aunque sepa que puedo cruzar como quiera tengo que esperar." Hoy, alejada de ese cruce, reflexiono y añado otra idea trillada pero tan cierta: "Aunque esté preparada, tengo que esperar y no tengo que hacerlo sola." Existen personas, lugares, creencias que nos pueden acompañar a esta tarea a veces tan riesgosa de vivir. Es bello vivir, sí, pero siempre existen cruces, intersecciones importantes que no tenemos que transitar en soledad.
—Continuará
Texto y Foto Y. Isabel