No sé por dónde empezar. Me gustaría hablarte del calor inmenso que viste a este día de verano tropical. Por otro lado, me gustaría contarte acerca de los boleros que acabo de escuchar en el café de la calle de San Francisco. Pero, he de decirte, de lo que quiero contarte es de ayer. Ayer. Wow. Ayer.
En esta búsqueda de sentido, más allá de los confines de mi profesión, me he topado con milagros, murallas, flores, relámpagos, y con Amor. Amor, así con letra mayúscula. Wow. Sí. Amor.
Hay amor en todas partes, te lo juro. Ayer, por ejemplo, habitó el amor en cada persona que me escribió abrazándome en mis nervios como antesala a dar una presentación, en cada pensamiento de luz que me esforcé en tener ante los rayos de la duda, en los cinco minutos que duró mi pitch sin tropezar con mis palabras, en la gentileza del jurado que me habló de la belleza y de las áreas a mejorar en la elaboración de una propuesta. Ayer, te lo juro de nuevo, habitó el amor en la risa de nuevas conexiones con personas que aman las palabras y en viejas conexiones de personas que me aman aún sin palabras.
Hay amor en todas partes, ahora te lo prometo. Hoy, por ejemplo, en la llamada a mi abuelo en la que me dijo que nunca permita que el cansancio empañe momentos de felicidad, en su pregunta de si estaré por Pepino el 25 de junio para acompañarlo en la tirada de una bola de béisbol que le harán como homenaje, en su forma de cantarme la verdad.
Hay amor en todas partes, te lo confieso. Ahora mismo, por ejemplo, cuando te digo que te quiero y me respondes “escribe”.
Pienso en esto,
Yésica Isabel